Uno de estos días,
una apoderada, me consultaba acerca del -porque
no aumentábamos la exigencia académica en el colegio-. Desde luego, la apoderada venía manifestando hace
un tiempo la intensión de que su hijo fuera a la universidad y para ello debía tener
un buen puntaje PSU y además obtener becas, pues sus recursos eran limitados
para este ítem.
Lo que relaté
antes, no es más que una muestra de una situación que se vive en muchos
colegios de nuestro país... permítanme contarles la siguiente historia.
En una
oportunidad trabaje en un colegio en donde un grupo de apoderados (un 30% del
total aprox.) pedían que se aumentaran las exigencias académicas y disciplinarias,
pues dicha medida, favorecería directamente a los jóvenes en sus vidas futuras
(un ideal para provocar transformación social-económica). Los apoderados
expusieron que, lamentablemente se llevarían a sus hijos de no ser
escuchados. El sostenedor del colegio
junto a directivos, profesores e inspectores tuvimos por aquella época varias
reuniones, obviamente algunos a favor y otros en contra. Finalmente el sostenedor explicó que al
colegio no le convenía la salida de los buenos alumnos (el 30%) y que a partir
del año siguiente las cosas cambiarían…nos fuimos a vacaciones con las
instrucciones claras de subir la exigencia tanto académica, como disciplinaria.
Hasta antes de
vacaciones y de ese año, repetían por curso en promedio 3 alumnos.
El colegio era
particular subvencionado y los apoderados pagaban $6.000 (mensual) por alumno y
se notaban esfuerzos por parte del sostenedor en términos de inversión para el
alumnado.
Al año siguiente
todo cambio. Se hizo respetar en reglamento interno y manual de convivencia a
la pata de la letra, se reforzó con más inspectores el colegio y se contrataron
dos especialistas en evaluación. A los dos meses la situación era crítica. Aproximadamente el 70 % del alumnado se
encontraba con más de tres asignaturas reprobadas, dos funcionarios del colegio
fueron golpeados por apoderados “molestos por tanta exigencia”.
Al finalizar el
cuarto mes, habían sido expulsados unos alumnos por quemar con ácido el auto del director. Algunos
profesores no podíamos entrar a hacer clases a algunos cursos, pues algunos jóvenes
de aquellos cursos no lo permitían (ojo, dije algunos). Un alumno golpeó a
comienzos de julio a un inspector, porque éste no le permitía poner los pies en
la mesa en el comedor mientras almorzaba. La situación era incontenible y
ciertamente dramática. Terminó el
primer semestre y “había muchas bajas”.
Se realizó un
consejo antes de irnos de vacaciones de invierno y esta vez todos estábamos de
acuerdo en que debíamos seguir adelante. Esta vez los funcionarios del colegio sentían que, a pesar de los disgustos, eran
respetados en su trabajo.
Volvimos de
vacaciones y en septiembre se hizo un consejo de evaluación. Ahora solo el 60%
de los alumnos estaba en situación de repitencia, pero los problemas
disciplinarios continuaban…a las 11 hrs del primer viernes de agosto de aquel
año llegaban los bomberos a controlar un incendio en la sala de un 4º medio. El director denunció y pidió investigación por
el suceso. Resultado, 5 alumnos procesados y otros 10 alumnos de aquel curso
dejaron los estudios.
Posteriormente se
hicieron pruebas de nivel en el mes de agosto y estas determinaron un
incremento en habilidades y destrezas (medidos por mapas de progreso) en todas
las asignaturas para los alumnos con promedios regulares altos y bordeábamos los
550 pts en ensayos PSU para alumnos de 3º medio.
El problema vino
casi al finalizar octubre. La
asistencia había disminuido drásticamente. Hasta 10 alumnos por curso en
promedio de inasistencia y la matrícula para el año siguiente era paupérrima…
El sostenedor nos
convocó a una reunión y nos explicó estos problemas y que debíamos hacer algo. El director sugirió un ampliado con los
apoderados para explicarles nuevamente los logros y cuál era el propósito de
nuestro colegio…
Se hizo la reunión
y les relato algo que nunca voy a olvidar.
En el ampliado algunos apoderados mostraron su descontento y comenzaron
a realizar una serie de descalificaciones a profesores, directivos, etc. El director intentaba serenamente, explicar
los propósitos, hasta que un “señor” se levantó y dijo (lo recuerdo bien) “que
tanta weá, de exigencias y weás, yo quiero que mi hijo salga de cuarto (medio)
y listo”. El director le explicó lo inapropiado de sus dichos y todo terminó en
una serie de epítetos de grueso calibre hacia el director por parte de este “señor-apoderado”
Al año siguiente
la matricula disminuyo en casi un 30%, nuestros buenos alumnos se fueron en su mayoría,
se acabó el preuniversitario gratuito del colegio, no fueron recontratados los
especialistas en evaluación, se tuvieron que ir los inspectores nuevos y
debimos ajustar nuestras prácticas “a la
realidad de nuestros alumnos”
El sostenedor vendió
el colegio y en su última reunión nos dio las gracias y nos dijo: “si hubiese
puesto este colegio en la dehesa, las condes o manquehue, nada de esto habría pasado,
hasta pronto colegas”
Me fui de aquel
colegio…ese verano no quería seguir en el sistema educativo y retomar mi
primera profesión… hasta que un día, habían dos niños que vendían chocolates en
las micros (amarillas). Estaban sentados (como yo) en una parada en Estación Central
(Alameda- Stgo-Chile) y discutían por el precio de los chocolates (uno de ellos
los vendía más barato). El niño que vendía mas barato le señalaba al otro lo
mucho que había vendido (le mostraba las monedas y billetes). Aquello fue mi inspiración para seguir adelante.
Muchas veces
nuestros hijos, alumnos, niños y jóvenes son víctimas de sus propios padres… (si
es que los tienen) y nosotros (los profesores) tal vez, somos los únicos que
podemos salvarles, sacarles adelante…
Que mal le hacen
algunos padres a sus hijos….